Antonio un año después. Enrique Elissalde

ANTONIO UN AÑO DESPUÉS

Una de las formas que encontré para intentar asumir la muerte de Antonio fue llenar su ausencia con hechos tomados de su propia vida.

Es decir: no mequedéenel dolor, quizás porque era tan grande, tan superior a mi que amenazaba terminar conmigo mismo

Traté entonces, de  trasformar en actos nuevos el vacío dejado por su muerte; traté de algún modo, que Antonio siguiera estando entre nosotros. No se trata de interpretarlo, ni mucho menos de aplicar su pensamiento a situaciones que él no vivió. No hay recetas Antonio; no las hay ni las podrá haber porque las recetas están, justamente, contra todo lo que fue y creyó Antonio.

Hablo de algo más profundo y más entrañable. Hablo de no dejar morir en nosotros y en los demás cierto modo de concebir la vida que todos compartimos con  Antonio y que no hay razón para que ahora no sigamos compartiendo.

Pienso, por ejemplo, en la manera que tenía Antonio de uvicar y valorar el trabajo a favor de la persona ciega.

Antonio entendía a la tiflología como parte de un todo mayor; es decir, como parte de la lucha por un mundo mejor y más justo. Al mismo tiempo que luchaba por la dignidad de los ciegos, Antonio luchaba por toda la humanidad, por los discapacitados y por los no discapacitados, por sus amigos y por sus adversarios, en fin, por su familia y por sus hijos.

No se limitaba al campo tiflológico: tendía puentes hacia los demás seres humanos y su lucha entonces era más rica y más eficaz, porque se nutría de todos los sueños y de todos los dolores humanos.

Este modo de concebir la accióntiflológica, armonizaba con la personalidad múltiple de Antonio, esa personalidad que tenía la estatura del líder, la sensibilidad del creador y la profundidad del pensador. Nada de lo que fuera vida le era ageno y en él confluían las numerosas circunstancias del hombre contemporáneo que así formaban su personal circunstancia, la circunstancia llamada Antonio.

Sin duda, fue un privilegio conocer a Antonio; un privilegio pero también una responsabilidad. El y nosotros nos encontramos un día en el mismo camino y juntos comprobamos que ese era nuestro camino, porque era el camino de la dignidad y de la justicia de los ciegos y de todos los hombres.

Ahora, es nuestra la responsabilidad de continuar ese camino, donde Antonio sigue estando un año después y seguramente seguirá estando para siempre…

Enrique Elissalde

1988