Abajo las armas. Programa desde el margen 1987
Intervención de Antonio Vicente en el programa que hicieron en Onda Madrid
En el primer trimestre de 1987
No sé si como reacción a tantos siglos de dogmas e intolerancia, me he declarado siempre un militante del relativismo escéptico y esperanzado. Y este esquema racional, emocional y vital me ha mantenido creo, alejado de las descalificaciones viscerales y simplistas, de los juicios sumarios y de las seguridades absolutas.
La guerra, el montaje militar, las armas… tienen en cambio la virtud de romperme los esquemas. Cuando alguien se esfuerza en explicaciones y justificaciones para este fenómeno y comienza el desfile de argumentos tales como: la lucha por el territorio, la competitividad y la violencia están fatalmente inscritos en la esencia del hombre y las colectividades; la geopolítica y la geoestrategia nos obligan ineludiblemente a armarnos y a elegir bando; la guerra es un factor positivo de estabilización demográfica, de aceleración del progreso científico y tecnológico, un motor de avances sociales –incorporación de las mujeres y los minusválidos a la actividad laboral- ; en fin, la industria de las armas es la locomotora del sistema económico… cuando “razones” como éstas son esgrimidas por un interlocutor, una de dos: o guardo un silencio traducible por un “sí, pero no” , o respondo a mi vez con la retahíla de tópicos del otro ala argumental: los ejércitos sólo resuelven problemas que no existirían si no hubiera ejércitos; la guerra la provocan los gobiernos, la preparan los militares y la hacen los pueblos; sólo poniendo “señales” de neutralidad, desarme y noviolencia, podremos romper, con el tiempo, el círculo fatal en que nos movemos y poner las bases para un cambio de los valores que haga sencillamente inviable un montaje militar como el actual.
En ambos casos, puede decirse que “no recibo”, que oigo palabras pero ni un solo argumento me roza. Y es que hay temas cuyo mero análisis constituye un peligro; un peligro de caer en la tela de araña de las herencias, los contextos y los pragmatismos. A la guerra hay que decir “no” por principio; “de entrada, no”. Y además ser implacables, dogmáticos y utópicos. Ahora más que nunca, precisamente ahora en que los que dijeron “de entrada, no”, se esfuerzan concienzudamente en hacer exactamente lo contrario de lo que predicaron. Una parte del programa la dedicaremos a sacarles los colores” –seguro que no aflorará ni el rojo de la ideología ni el rojo de la vergüenza -, no sólo por la OTAN, no sólo por las bases, sino por haber mejorado la posición de España como país exportador de armas y por haber logrado que los militares estén mejor tratados y casi más contentos ahora que hace veinte años: se dirá que es el precio de la estabilización democrática. Triste paradoja ésta de un ejército que no pinta nada ni nada resolverá en la defensa nacional ni en la geopolítica mundial, que es guardián celoso del status actual y sus injusticias estructurales, que consume una buena parte de los recursos públicos y que al final hay que comprar para que nos permita vivir en libertad. Lo dicho, aunque sea despacio, aunque sea al oído, aunque resulte utópico hoy, ¡abajo las armas! Aunque incluso la revolución sea más lenta, Desde el Margen está por una convivencia pacífica y sin armas.