La ONCE en candelero (marzo de 1984)
Como cualquier colectivo de minusválidos, y, en general, de personas que se sitúan en los márgenes de los circuitos de influencia y de poder, hemos tenido dificultades siempre para hacer oír nuestra voz, con frecuencia insatisfecha y reivindicativa. Hoy, no. Hoy estamos en candelero. Y nos alegramos sinceramente de ello: Primero porque el origen de la «noticia» está en la creatividad y el esfuerzo de nuestro colectivo; segundo, porque tal vez ahora que pagamos el tributo de que se digan tantas cosas de nosotros -muchas veces sin la más mínima comprobación-, quizá podamos pedir la palabra y hasta, con una inverosímil petulancia, ser oídos.
QUIEN ES QUIEN EN EL MERCADO DEL JUEGO
Un tiempo fue el tahúr y el tapete verde. Y luego, más ahora, con aquella tutela que nos dio nuestra historia, el juego fue o «prohibido» o «benéfico-social». Ya en 1.977, antes que libertades democráticas, un liberal Decreto-Ley nos concedió licencia para arriesgar lo puesto en un amplio abanico de maneras de azar. Pronto hará siete años, y en este corto tiempo, pocos mercados se han desarrollado con tanta rapidez y pujanza, como lo ha hecho el del juego: casinos, bingos, máquinas recreativas y de azar, boletos…, han venido a disputar los favores de los españoles a los «buenos» y tradicionales juegos de toda la vida:la Lotería, las Quinielas y el Cupón dela O.N.C.E. El espectáculo de esta expansión es todo un síntoma inequívoco de la llamada «civilización del ocio» o quizá simplemente, de la crisis.
Los ciegos, después de haber denunciado en todos los tonos esta peligrosa hipertrofia, después de haber reclamado un marco legal más claro y de haber exigido, a secas, el cumplimiento del ordenamiento jurídico vigente, tras haber arrancado ala Administraciónnuestro derecho a un funcionamiento democrático dela O.N.C.E., hemos resuelto -sin retirar nuestras reivindicaciones- modernizar nuestra oferta de juego, el Cupón Pro-Ciegos, y utilizar las armas legales y los recursos potenciales con un sentido competitivo.
Pues bien, en un diario madrileño, se afirmaba, que los españoles nos gastamos en juego un 15% dela Renta Familiar.La participación dela O.N.C.E. en ese mercado billonario, apenas superaba el 3%, mientras, sólo en un año, se gastaron en máquinas de azar 800.000 millones de pesetas.
Cuando menos resulta sorprendente el hecho de que, durante estos años, se haya hablado tan poco de ese vasto mercado de los juegos lucrativos, del destino de sus beneficios y la procedencia de sus ingresos, y ahora, a sólo unos meses de aparecer el nuevo Cupón dela O.N.C.E., proliferen los aspavientos y se deslicen posibles efectos en los juegos del Estado.
Una posible explicación de este interés puede estar en esa habitualidad de la presencia de los ciegos en las calles. Las cuentas bancarias, en cambio, son menos escandalosas, sobre todo si se hallan fuera de España.
Hay que decirlo con toda claridad: el juego, en su dimensión económica, constituye un mercado importantísimo en el que se mueven cerca de dos billones de pesetas al año y supone una oferta de puestos de trabajo de bastantes decenas de miles de personas. Si nuestro país ha tomado la opción de permitir y alentar este mercado, por razones políticas, económicas y sociales, y porque, en definitiva, parece adaptarse relativamente bien a las circunstancias actuales en que la crisis ha roto el principio de que el trabajo debe crear riqueza fundamentalmente, al tiempo que se estrechan los márgenes de tolerancia para el incremento de la presión fiscal del Estado, si vamos por ese camino, tanto en la versión del Gobierno U.C.D., como en la del P.S.O.E., entonces habría que calificar de «patética» y hasta «sospechosa» la reacción que comentamos.
Patética porque, hartos ya de plantear ala Administración la solución de los problemas estructurales dela O.N.C.E. y de solicitar un marco racional para el juego, cuando nos arriesgamos a buscar salidas autónomas, al parecer con un cierto éxito, enseguida hacen acto de presencia las insinuaciones apuntadas. O sea, lo del perro del hortelano «con perdón».
Sospechosa, porque este tipo de insinuaciones algo pueden indicar sobre «la posición» de cada uno. Afortunadamente, ningún síntoma hace pensar que este tipo de «campañas» rocen siquiera ala Administración. Esosería demasiado irónico.
LA REALIDAD DELOTRO LADO DEL TELETIPO
En la urgencia del trabajo periodístico, en la propia marginalidad de «las cosas de los ciegos» dentro del ranking informativo, está la justificación suficiente de no pocas inexactitudes y de bastantes tópicos que se deslizan en las informaciones sobrela O.N.C.E. Nuestro agradecimiento a los medios de comunicación anula prácticamente cualquier error que se pudiera cometer.
Por lo demás, no es este el momento de las rectificaciones y de las puntualizaciones. En este país, por otra parte, el derecho a la libre expresión permite salir al paso de las inexactitudes, si el afectado lo considera necesario.
En estas notas, se quiere más bien dibujar una posición; facilitar las señas dela O.N.C.E. democrática. En ese orden de cosas, tres breves apuntes:
Primero: La mayor parte de los ciegos españoles – y desde luego un buen número de los que ahora ostentan responsabilidades enla O.N.C.E.- hemos contribuido y esperado el cambio democrático en nuestro país.
Tras un Decreto de democratización arrancado ala Administración, después de unas Elecciones Generales enla Institución con todas las garantías y bendiciones, cuesta trabajo aceptar alusiones, más o menos veladas, a «falta de democracia interna» enla Entidad. Sabemosque los votos no son sino el pórtico de la democracia formal, y que es mucho más lejano todavía el horizonte de la democracia real. Haremos lo posible, no sólo por asumir una estructura formalmente democrática sino por conseguir una Entidad participativa y moderna. En cuanto al aspecto formal, -salvo prueba en contrario- podemos dar garantías plenas; aún más -y es un exponente verdaderamente definitivo- no hemos evitado nuestra «disidencia radical», para que no falte nada.
Segundo: La oferta de servicios especializados para deficientes visuales, -unos 1.600 millones de pesetas durante 1.983- supone un nivel de atención muy estimable en comparación con lo que, en otros países desarrollados se puede constatar.
Sin ningún género de triunfalismos, pero conscientes de trascender el nivel de las puras palabras vacías, tan frecuentes en el ámbito de la atención a minusválidos, seguiremos luchando por extender y modernizar las prestaciones y servicios para la integración plena de este grupo en todos los ordenes.
Tercero: El subjetivismo es la sal de la vida, nos enriquece y hasta nos puede divertir. Aceptándolo así, sin compulsiones, no parece útil entrar en discusiones interminables sobre cuestiones que, por otra parte, se hallan íntimamente ligadas a intereses muy concretos. Viene esto a cuento, porque, con frecuencia se dice -con no poca frivolidad- «enla O.N.C.E. no ha cambiado nada». La creativa industria del consumo, debería haber preparado ya algún artilugio para medir el nivel de cambio experimentado por una determinada institución o grupo social en periodos interurnas. Ahí faltó dinamismo de manera que habremos de manejarnos, necesariamente, con apreciaciones subjetivas y unos pocos hechos:
La O.N.C.E. que asumimos en Abril del 82, hundía sus raíces enla Historiay exhibe su cuño pre-democrático intacto en los años de la transición: cambio de sistema.
– Relevo de la gran mayoría de los responsables que lo habían sido durante décadas, en muchos casos. ¡No en todas partes se ven tantas caras nuevas!
– Respuesta contundente, creativa, a un mercad o del Juego que no se atreven a regular: Para unos revolución, para nosotros simplemente saneamiento instrumental.
– Por lo demás, discutimos la norma estable que regulela O.N.C.E., están muy avanzadas las negociaciones con los Sindicatos para la normalización laboral y sindical, próximamente se iniciarán las relativas a la incorporación ala Seguridad Socialdela Cajade Previsión Social autónoma, esperamos poder abordar la extensión y modernización de los servicios quela O.N.C.E. ha venido prestando para los deficientes visuales.
No es, ni mucho menos, todo lo que hubiéramos querido cambiar, pero probablemente sea bastante más de lo que se ha hecho en otros órdenes, con un respaldo de varios millones de votos.
Antonio Vicente Mosquete Presidente del Consejo General |
Madrid, Marzo de 1.984